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lunes, 26 de diciembre de 2016

La muerte y el budismo

muertebuda
Todas las grandes tradiciones espirituales de la humanidad se han desarrollado a partir de la Experiencia Viva de seres humanos que han dedicado su energía, mente y espíritu a la realización del Misterio de la existencia.
Es muy inspirador acercarse a conocer cuáles son los fundamentos de todas estas tradiciones y sentir que, más allá de las formas, lo esencial es idéntico, que cada tradición aborda el Misterio desde una perspectiva diferente, pero todas, sin excepción, apuntan a lo mismo, todas “señalan con distinto dedo la misma Luna”.
La médula de las enseñanzas budistas transmite una profunda sabiduría sobre la naturaleza de la Realidad y de nuestra existencia, sobre el nacer y el morir, sobre el origen del sufrimiento y su cesación, sobre el conocimiento de la naturaleza de la mente, y de cómo alcanzar un estado de Plenitud y Realización.
Y también el budismo enseña cómo afrontar la disolución progresiva que supone el proceso de la propia muerte en los niveles físico, emocional, mental y espiritual. El budismo concibe la muerte como imbricada íntimamente con la vida, como parte de la existencia. Y así como la respiración es una sucesión de inspiraciones y espiraciones, así ocurre con el fenómeno de vida-muerte: cada pérdida es una pequeña muerte, el crecimiento es un morirse a la forma vieja, el fin del gusano es el principio de la mariposa… Más allá de esto, la muerte física es un hito importantísimo, un gran punto de inflexión en el proceso del devenir de la consciencia, al igual que lo es el nacimiento.

Lo esencial en sí no es la muerte sino cómo se muere, al igual que es importante cómo se vive. La enseñanza insiste en que la experiencia subjetiva de la propia muerte va más allá de la disolución del cuerpo, y por tanto el devenir de este “principio de consciencia” que somos depende del estado de la mente, iluminada y en paz, u oscurecida, en medio del aferramiento y la aversión. En este sentido el budismo desarrolla toda una “alta tecnología” psicológica y espiritual para aprender el arte de la consciencia, de la vida y de la muerte.A diferencia de antaño, en estos últimos años morirse en cualquier país “desarrollado” es asunto de hospitales, residencias, en lugares alejados del domicilio y de la familia, en manos de “profesionales de la salud” que viven la muerte del paciente como un fracaso, en tanto que profesionales que velan de la vida y salud de sus pacientes.La verdad es que la sociedad trata de esconder el dolor y la muerte, relegarla a los “especialistas”, negarla en definitiva. Es algo que siempre le pasa a otros, algo a evitar, negativo, algo a lo que resistirse. Y como dice el maestro budista Zen Dokushô Villaba, el tabú más perturbador de occidente no es el sexo sino la muerte.
El miedo a la muerte, a la disolución del “yo”, es el origen de la angustia, miedo y desesperación, cuando lo cierto es que el proceso de morir es absolutamente natural, como lo es la caída de las hojas en otoño o el marchitarse de las flores.

El Budismo

El Buda Sakyamuni fue un príncipe de la India que después de contemplar el dolor y la enfermedad, la vejez y la muerte, abandona la vida confortable que llevaba impulsado por una fuerza que surgía de su interior, para desentrañar el sentido del sufrimiento y de la muerte y así, después de años de búsqueda, decide sentarse en meditación con la inquebrantable determinación de no moverse hasta haber comprendido y realizado la verdadera naturaleza del Ser.
Cuando el príncipe Siddharta se convirtió en un Buda Iluminado lo que alcanzó fue la realización del estado original del Ser. A partir de este momento, y durante más de cuarenta años, enseñó la Vía que permite, mediante el cultivo de la atención, comprender el origen de nuestras aflicciones y acceder al estado natural de nuestra mente, que es Paz y Felicidad profunda e incondicionada. Su Enseñanza está formulada en las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Sendero.
El Buda estableció como punto de partida de su enseñanza un axioma irrebatible: la Verdad del sufrimiento. Esta verdad no se alimenta de creencias pues es la experiencia más común a todos los seres sensibles.
El Buda enseñó que la causa de todo sufrimiento, incluido el derivado de la muerte física, es la ignorancia, el “olvido” de nuestra verdadera naturaleza, la naturaleza de Buda. Y por eso nos aferramos. Aferramiento y rechazo son la causa misma de todos nuestros sufrimientos.
Por otro lado, el Buda conmina a no creer nada que uno no pueda experimentar por uno mismo. El fundamento de las enseñanzas es que todos los seres poseemos la misma naturaleza de Verdad, Amor y Belleza, y por ello, no es posible que haya algunos que estén más cerca de esta Realidad que otros. Sólo hay seres que se dan cuenta y otros que no. Así pues, toda la práctica de las enseñanzas podría resumirse en un continuo “darse cuenta”, este es el camino del Despertar, la Vía del Buda.
Durante siglos, los grandes maestros budistas han ido destilando su experiencia de meditación y aportan en estos tiempos una enseñanza y una presencia de incalculable valor. Y en especial aportan sabiduría compasiva ante el desolador panorama tanto psicológico y espiritual en el que mueren millones de personas en todo el mundo.

La muerte

Los maestros budistas han descrito cuál es la experiencia subjetiva de la persona que está en el momento de la muerte. No es propósito de este artículo entrar en detalles sobre estas enseñanzas pero sí avalar las razones por las que los practicantes budistas demandan a la sociedad que respete ciertas normas cuando mueren las personas y, en especial, los budistas. La norma básica es la de velar el cuerpo y no molestarlo durante un período que puede oscilar entre los tres y los siete días.
En primer lugar se produce lo que los maestros llaman la disolución externa, que es cuando se disuelven los sentidos y los elementos, no referidos a elementos materiales sino a cualidades correspondientes a tierra, agua, aire y fuego. De forma somera esbozamos este proceso:
  • Los sentidos dejan de funcionar, ésta es la primera fase.
  • La disolución de los elementos comienza con el elemento tierra. El cuerpo pierde toda su fuerza, no tiene energía. Experimenta pesadez e incomodidad. Se instala la palidez y las mejillas se hunden. Experimentamos debilidad y fragilidad, alternativamente tenemos la mente agitada y delirante y luego somnolencia.
  • Después el elemento agua: perdemos el control sobre nuestros líquidos, tenemos la sensación de que los ojos se secan en las cuencas. Tenemos mucha sed, la boca y la garganta pegajosas y obstruidas. La mente se nos vuelve brumosa, frustrada, irritable y nerviosa.
  • El elemento fuego: se secan por completo la boca y la nariz, se va el calor del cuerpo. Al respirar el aire que pasa por la boca y la nariz es frío. La mente oscila alternativamente entre la claridad y la confusión y ya no recordamos cómo se llaman nuestros parientes y amigos, ni les reconocemos. Kalu Rimpoché escribe: “Para la persona que está muriendo su experiencia interna es la de ser consumida por una llama, de hallarse en medio de un rugiente incendio, o quizá la del mundo entero consumido por un holocausto de fuego”.
  • El elemento aire: cada vez es más difícil respirar. Emitimos estertores y resuellos. A medida que el intelecto se disuelve la mente queda perpleja, sin conciencia del mundo exterior, todo se vuelve borroso y se va la última sensación de contacto con el entorno físico. Hay alucinaciones y visiones: si ha habido mucha negatividad en nuestra vida quizá veamos formas aterradoras, si hemos llevado una vida amable y compasiva acaso experimentemos visiones dichosas y celestiales. Para los que han llevado una buena vida, en la muerte hay paz en lugar de terror. Nuestras inhalaciones son cada vez más superficiales y nuestras exhalaciones más largas, hasta llegar a tres largas exhalaciones finales y de pronto se interrumpe la respiración. Sólo queda un ligero calor en el corazón. Todos los signos vitales han desaparecido, y éste es el momento en el que en una situación clínica moderna se nos declara “muertos”.
Pero los maestros budistas hablan de un proceso interno que todavía prosigue. Es la disolución interna:
  • Se disuelven los estados de pensamiento y emociones, tanto bastos como sutiles, y van apareciendo cuatro planos de conciencia de creciente sutileza
  • Se desarrolla un proceso inverso al de la concepción, en relación a las esencias heredadas de nuestro padre y de nuestra madre; mediante un proceso determinado de los centros y canales energéticos sutiles ambas esencias se encuentran.
  •  Este proceso de encuentro da lugar, primero, a una experiencia como de “un cielo iluminado por la luna” y de percepción extraordinariamente clara, en la que todos los estados de pensamiento que derivan de la ira llegan a su fin. Es el resultado del descenso de la esencia del padre desde la zona de la coronilla hasta la zona del corazón. Después, la esencia de la madre asciende por el canal central del cuerpo desde la zona del bajo vientre hasta el corazón, experimentando una visión como “un sol que brilla en un cielo puro”, y una gran dicha cuando todos los estados de pensamiento que derivan del deseo dejan de funcionar. El encuentro en el corazón de ambas esencias se experimenta como “un cielo vacío envuelto en la más profunda tiniebla” y un estado mental libre de pensamientos.
  • Cuando empezamos a recobrar ligeramente la conciencia amanece la Luminosidad Base, o Clara Luz del Ser, como “un cielo inmaculado libre de nubes, bruma o niebla”. El Dalai Lama afirma: “Esta conciencia es la mente más sutil e íntima. La llamamos naturaleza de Buda, la fuente real de toda conciencia. El continuo de esta mente perdura incluso en la budeidad”.
Cuando morimos es como si retornáramos a nuestro estado original; todo se disuelve, mientras el cuerpo y la mente se deshilachan. Todo este proceso nos lleva a la base primordial de la naturaleza de la mente, en toda su pureza y sencillez natural. Ahora todo lo que la oscurecía queda eliminado y se revela nuestra verdadera naturaleza.
Este proceso no se experimenta solamente en el momento de la muerte; de hecho es lo que sucede cuando “llevamos la mente a casa” mediante la práctica espiritual, el entrenamiento meditativo, y tenemos experiencias de dicha, claridad y ausencia de pensamientos, que indican que el deseo, la ira y la ignorancia se han disuelto momentáneamente. Éste es todo un arte sutil, como hemos apuntado al comienzo de este artículo.
En realidad es el arte de ser consciente de todo este proceso lo que nos permite, cuando morimos, reconocer la Luminosidad Base o Clara Luz del Ser cuando aparece. La mayoría de nosotros no estamos en absoluto preparados para su pura inmensidad, para la profundidad vasta y sutil de su desnuda sencillez. Por eso, al no reconocerla, y aunque hayamos muerto, en nuestro miedo e ignorancia nos retiramos y mantenemos nuestro aferramiento. Y esto nos impide utilizar verdaderamente ese poderoso momento para liberarnos y nos vemos impulsados hacia un nuevo renacimiento, comenzando así el proceso del Bardo, o estado intermedio.
Tradicionalmente en el budismo se considera que el proceso completo desde la muerte hasta el siguiente nacimiento tiene una duración de cuarenta y nueve días, tiempo durante el cual el difunto recibe asistencia espiritual.

Consejos para el acompañamiento a moribundos

Todos los consejos y normas culturales en las sociedades influidas por la enseñanza budista sobre el proceso de la muerte están orientadas a facilitar este tránsito. El manifiesto de los maestros budistas es que todos los seres humanos tienen el derecho a morir con los mejores cuidados, no solo físicos sino, y muy especialmente, espirituales.
El maestro Sogyal Rimpoché, en su libro “El libro tibetano de la vida y de la muerte” nos cuenta: “En un hospicio que conozco estaba muriendo de cáncer de mama Emily, una mujer de cerca de setenta años. Su hija solía visitarla todos los días y, al parecer, mantenían una relación feliz. Pero cuando su hija se iba, Emily casi siempre se sentaba a llorar a solas. La causa del llanto, como no tardó en saberse, era que su hija se negaba en redondo a aceptar la inevitabilidad de la muerte y se pasaba el rato alentando a su madre a “pensar de un modo positivo”, con la esperanza de que así se curaría el cáncer.
Lo que en realidad ocurría era que Emily tenía que guardarse para sí todos sus pensamientos, profundos temores, pánico y aflicción, sin poder hablar de ellos con nadie, sin tener a nadie que le ayudara a explorarlos, a nadie que le ayudara a entender su vida ni a nadie que le ayudara a encontrar un sentido curativo a su muerte.
Lo esencial en la vida es establecer con los demás una comunicación sincera y libre de temores, y ésta nunca es tan importante como cuando se trata de una persona moribunda, como me enseñó Emily”.
Para poder tener un acercamiento auténtico a alguien que está en trance de muerte es necesario hacerle frente a la propia muerte, al propio dolor que anida en el fondo de nuestro corazón y que aflorará antes o después, y sin posibilidad de aplazamiento, en el momento de la propia muerte. Es necesario tener el coraje y la autenticidad de abordar el estudio de nosotros mismos. Si nunca o en muy pocas ocasiones, hemos entrado en intimidad con nosotros mismos, en el silencio interior que proclama nuestro ser, con todos sus placeres y sufrimientos, ¿cómo vamos a poder acompañar a quien se encuentra en ese proceso de disolución con todo lo que eso conlleva?

El moribundo lo está perdiendo todo. Imagínese lo que pueden ser esos temores: miedo a la indignidad, a la dependencia, a la separación de todo lo que amamos, a perder el control, a perder el respeto. Miedo al propio miedo, que es el miedo más poderoso. Enfrentar nuestro propio miedo nos volverá cada vez más hábiles para ayudar a las personas que se enfrentan a su muerte.

Vamos a resumir algunos de los consejos que el maestro Sogyal Rimpoché recoge en su “Libro tibetano de la vida y de la muerte” para el acompañamiento a los moribundos.:

  • Manifestarle un amor incondicional, libre de toda expectativa. Para ello será necesario que aprenda a ponerse en su lugar y reflexione qué es lo que usted necesitaría en esa situación.
  • Tocarle mucho, mirarle a los ojos, trátele como a un ser vivo, no como a una enfermedad.
  • Darse cuenta que esta persona LO ESTÁ PERDIENDO ABSOLUTAMENTE TODO. Compórtese como quien trata realmente de comprender.
  • Ayudarle a aceptar las emociones reprimidas que surjan, como la rabia, la frustración, la tristeza, la culpa, la insensibilidad; son naturales.
  • No quiera ser demasiado sabio, solamente es necesario estar tan plenamente presente como pueda.
  • Sea sincero y dígale siempre la verdad, sobre él y sobre usted, de la manera más afectuosa posible.
  • Sea consciente de sus propios temores acerca de la muerte pues le ayudará en gran medida a ser consciente de los temores del moribundo.
  • Los maestros budistas hablan de la necesidad de morir conscientemente, con un dominio mental tan lúcido, nítido y sereno como sea posible. Para ello el primer requisito es controlar el dolor sin enturbiar la conciencia del moribundo, y hoy en día eso puede hacerse mediante combinaciones de medicamentos y no sólo narcóticos. Todo el mundo debería tener derecho a esa sencilla ayuda en ese agotador momento de tránsito.
  • Ayudar al moribundo a resolver los asuntos pendientes; ésta es una de las mayores causas de angustia. Morir en paz pasa por dejar resueltos los asuntos pendientes para que pueda relajarse el aferramiento:
  • Ayudar con discreción y sabiduría a la persona moribunda a hacer las paces con los familiares y amigos de quienes estén distanciados y a limpiar su corazón de modo que no le quede ni rastro de odio ni agravio. Manifestar amor mutuo es algo que libera profundamente todos los sentimientos de culpa, ira, frustración y aferramiento. También es importantísimo que los seres queridos den permiso a la persona para morirse, para marcharse en paz.
  • Ayudar a dejar resueltos con el máximo detalle los asuntos económicos y materiales, de este modo el aferramiento puede liberarse con más facilidad.
  • Es esencial que la atmósfera que nos rodea en el momento de la muerte sea lo más pacífica y serena posible. Los maestros aconsejan que los amigos y parientes afligidos no estén presentes junto al lecho del moribundo para evitar que provoquen emociones perturbadoras en el momento de la muerte.
  • Asimismo y para preservar esta atmósfera, es esencial que el personal sanitario no moleste a la persona que está muriendo con prácticas sanitarias que ya hayan perdido todo su sentido de curación y/o que infrinjan sufrimientos gratuitos e innecesarios a la persona.
  • Los amigos y familiares deben hacer todo lo posible para inspirar emociones y sentimientos sagrados, como amor, compasión y devoción, y hacer todo lo que podamos para ayudar a liberarse de todo aferramiento, anhelo y apego.
  • Si la persona moribunda se muestra mínimamente abierta a la idea de la práctica espiritual ayúdele a encontrar una práctica sencilla y adecuada, hágala con ella lo más a menudo posible y no deje de recordársela con delicadeza a medida que se acerca la muerte. Toda la atmósfera que envuelve la muerte puede transformarse si la persona encuentra una práctica que pueda hacer de todo corazón antes de morir y cuando muere.
  • Si quien está muriendo es un practicante espiritual habitual, cualquiera que sea la tradición espiritual que practicara, es muy importante facilitarle la asistencia junto a su lecho de muerte de sus amigos espirituales, y especialmente de su maestro si lo tiene.

Conclusión

Compasión y Comprensión. Amor y Sabiduría. Ésta es la esencia de la práctica espiritual.
El maestro Sogyal Rimpoché nos dice: “En el momento en que más vulnerables son, los habitantes de nuestro mundo son abandonados y quedan casi completamente desprovistos de apoyo y consejo. Es una situación trágica y humillante, y hay que cambiarla. Todas las pretensiones de poder y éxito de que se jacta el mundo moderno sonarán falsas hasta que en esta cultura todo el mundo pueda morir con cierta medida de verdadera paz, y hasta que al fin se haga algún esfuerzo para procurar que sea así.”
Por una muerte en paz. Los maestros que enseñan en occidente reiteran una y otra vez la importancia de que la clase médica de todo el mundo se tome muy en serio la necesidad de permitir que la persona muera en silencio y serenidad, de forma que morir le resulte tan fácil, indoloro, pacífico y consciente como sea posible.

No existe mayor don de caridad que ayudar a una persona a morir bien.
Autor: Mar López es discípula del maestro Dokushô Villalba roshi, instructora de meditación zen y profesora de Estudios Budistas, responsable de Relaciones Institucionales de la CBSZ y presidenta de la Asociación Zen de Zaragoza.

Bibliografía:
“Libro tibetano de la vida y de la muerte”  de Sogyal Rimpoché,  Ediciones Urano S.A, 1999

Vivir conscientes del Cuerpo Emocional del Dolor por Eckhart Tolle




Eckhart

Hay tal cosa como un dolor emocional viejo viviendo dentro de ustedes. Es una acumulación de experiencias de vida dolorosas que no han sido encaradas plenamente y aceptadas en el momento en que surgieron. Ellas dejan atrás una forma de energía de dolor emocional que se reúne con otras formas de energía de otras instancias, por lo que después de algunos años ustedes tienen un “cuerpo del dolor”, una entidad energética que consiste de emociones viejas.
Ella vive en los seres humanos y es el aspecto emocional de la conciencia egoica. Cuando el ego es amplificado por la emoción del cuerpo del dolor, el ego tiene una enorme fuerza todavía — particularmente en esos momentos. Requiere una gran presencia/estar muy conscientes para que puedan estar allí también como el espacio para su cuerpo del dolor cuando él surja a la superficie. 
Ésa es la labor de todos aquí — estar allí para reconocer el cuerpo del dolor cuando cambie de un estado latente a uno activo, cuando algo provoca una reacción emocional muy fuerte. En ese momento, cuando él sobrecoge a su mente, el diálogo interno que es disfuncional en el mejor de los casos ahora se vuelve la voz del cuerpo del dolor hablándoles internamente. Todo lo que dice está muy influido por las viejas y dolorosas emociones del cuerpo del dolor. Cada interpretación, cada cosa que diga, cada juicio sobre su vida, sobre otra gente, sobre una situación en la que se encuentren, será totalmente distorsionada por el viejo dolor emocional.
Si ustedes no ‘están allí’ presentes/conscientes como el espacio para él, ustedes se identifican con el cuerpo del dolor y creen cada pensamiento negativo que él les dice. Si están solos, el cuerpo del dolor se alimentará con cada pensamiento negativo que surja y obtendrá más energía.  Por eso se ha vuelto activo — después de hacer eso por un rato, ustedes no pueden dejar de pensar por la noche o cuando sea. El cuerpo del dolor se está alimentando, y tras algunas horas, ha tenido suficiente. Ustedes se sienten un poco mermados, y luego sucede de nuevo unas semanas después, o unos días más tarde. 
El cuerpo del dolor se sentiría aún mejor si pudiera alimentarse de la reacción de alguna otra persona. Su pareja sería la persona favorita. Y lo será, si hay alguien alrededor. o situaciones familiares. A nuestro cuerpo del dolor le encantan las familias. Y provocará a esta persona, a su pareja, o a quienquiera que sea.  El cuerpo del dolor sabe exactamente cuál es la cosa que provocará una respuesta negativa. Entonces dice lo que les va a doler. Y por supuesto, si ustedes no están totalmente presentes/conscientes en ese momento, entonces inmediatamente van a reaccionar. ¡Y al cuerpo del dolor le encanta esto! ¡Dáme más drama por favor!
Ambos cuerpos del dolor están ahora despiertos y alimentándose mutuamente. Entonces, unas horas más tarde, o al día siguiente, los cuerpos del dolor ya no la necesitan. Están llenos, se han reabastecido a sí mismos. Y ustedes se pueden mirar uno al otro y decir: “¿de qué se trató todo esto?”.  En algunos casos, ustedes pudieran no recordar siquiera cómo empezó todo. Este enorme drama empezó en algún lado, y luego una cosa condujo a la otra. “¿No fue lo mismo hace dos semanas? ¿Podemos estar presentes/conscientes y ver si la siguiente vez lo podemos pescar a una etapa temprana para que no nos jale a ella totalmente? ¿Podemos ambos tratar de estar presentes uno para el otro, y para con nosotros mismos? A ver si podemos ver las primeras señales del cuerpo del dolor — ya sea en nosotros mismos o en el otro individuo.” 
Inmediatamente dense cuenta de él y sean su espacio, y si es posible — menciónenselo a su pareja, digan: “Mi cuerpo del dolor se sintió provocado cuando djiste eso.”
Con frecuencia, las pequeñas situaciones provocan enormes reacciones. Estén allí presentes para él/conscientes de él. Su pareja encontrará más fácil verlo en ustedes, y ustedes encontrarán más fácil verlo en ella.  Ya sea que puedan decir a su pareja que su cuerpo del dolor se ha vuelto activo depende del grado al que su pareja haya sido ya sobrecogida por él. Si lo pescan a una etapa temprana, entonces algún remanente de la Conciencia estará allí en su pareja y ese remanente los escuchará cuando le digan: “¿pudiera ser ése tu cuerpo del dolor?” Tiene que ser puesto en palabras muy cuidadosamente. Tal vez quisieran añadir: “¿recuerdas nuestro acuerdo?” Si sigue habiendo un remanente de Conciencia, entonces ella los estará escuchando y su pareja será capaz de estar allí como el espacio para su cuerpo del dolor. Si no hay remanente de Conciencia en su pareja, ustedes estarán hablando con el cuerpo del dolor, y éste no desea escuchar acerca del cuerpo del dolor. Por supuesto negará tal cosa. “¿Mi cuerpo del dolor? Ve el tuyo.” 
Así que, ¿qué pueden hacer? ¿pueden ser el espacio para eso? Mientras la pareja está allí, sean el espacio para eso. Cuando ustedes son el espacio para algo, esto no significa necesariamente que tengan que permanecer allí. Ustedes pueden ser el espacio, y luego salirse de allí. Obsérvense a sí mismos. Auto-observación – por eso estar en el cuerpo es una parte importante de esto. Sientan el cuerpo interno tan frecuentemente como puedan. Cuando surja una vieja emoción, será más fácil estar presente cuando ella surja.

Si ustedes están presentes/conscientes, el cuerpo del dolor no se puede alimentar más de sus pensamientos o de las reacciones de las otras personas. Ustedes pueden simplemente observarlo y ser el testigo, ser el espacio para ella. Luego, gradualmente, esa energía decrecerá. 

Vivir conscientes del Cuerpo Emocional del Dolor por Eckhart Tolle




DISOLVER EL CUERPO-DOLOR

Resultado de imágenes del cuerpo dolor Eckhart Tolle
El amor es un estado de Ser.
Tu amor no está afuera; está en lo profundo de ti.
Nunca puedes perderlo, no puede dejarte.
No depende de otro cuerpo,
de otra forma externa.

La mayor parte del dolor humano es innecesario. Lo crearás tú mismo mientras la mente no observada dirija tu vida. El dolor que produces en el ahora siempre surge de una falta de aceptación, de una resistencia inconsciente a lo que es.
Como pensamiento, la resistencia es un juicio de algún tipo. Como emoción, es algún tipo de negatividad. La intensidad del dolor depende del grado de resistencia al momento presente y ésta, a su vez, depende de lo fuerte que sea tu identificación con la mente. La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él.
En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
Algunas enseñanzas espirituales afirman que, en último término, todo dolor es ilusorio. Eso es cierto, pero la cuestión es: ¿es esta afirmación verdadera para ti? El mero hecho de creerla no hace que sea verdad. ¿Quieres seguir experimentando dolor el resto de tu vida y continuar diciendo que es una ilusión? ¿Te liberas así del dolor? Lo que nos importa aquí es cómo plasmar esa verdad, cómo hacerla real en tu propia experiencia.
El dolor es inevitable mientras sigas identificándote con tu mente, es decir, mientras sigas siendo espiritualmente inconsciente. Me refiero básicamente al dolor emocional, que también es la principal causa del dolor físico y de las enfermedades físicas. El resentimiento, el odio, la autocompasión, la culpabilidad, la ira, la depresión, los celos, e incluso la menor irritación..., todos ellos son formas de dolor. Y cada placer o cumbre emocional contiene dentro de sí la semilla del dolor: su opuesto inseparable, que se manifestará con el tiempo.
Cualquiera que haya tomado drogas para sentirse «mejor» sabe que después de la subida viene la bajada, que el placer se convierte en algún tipo de dolor. Muchas personas saben también que las relaciones íntimas pasan rápidamente de ser una fuente de placer a convertirse en una fuente de dolor. Vistas desde una perspectiva superior, las polaridades positiva y negativa son las dos caras de la misma moneda, y ambas forman parte del dolor subyacente, inseparable del estado de conciencia del ego en el que te identificas con la mente.
Tu dolor tiene dos niveles: el dolor que creas ahora y el dolor del pasado que aún vive en tu cuerpo y en tu mente.
Mientras no seas capaz de acceder al poder del ahora, cada dolor emocional que experimentes dejará tras de sí un residuo de sufrimiento que vive en ti. Se mezcla con el dolor del pasado que ya estaba allí, alojándose en tu cuerpo y en tu mente. Y aquí se incluye, por supuesto, el dolor que sufriste de niño, causado por la inconsciencia del mundo en el que naciste.
Este dolor acumulado es un campo de energía negativa que ocupa tu cuerpo y tu mente. Si lo consideras una entidad invisible por derecho propio, te acercas bastante a la verdad. Se trata del cuerpo-dolor emocional.
El cuerpo-dolor tiene dos estados posibles: latente o activo. Puede estar latente el 90 por 100 del tiempo, aunque en una persona muy infeliz puede llegar a estar activo el 100 por 100 del tiempo. Algunas personas viven casi totalmente a través de su cuerpo de dolor, mientras otras lo experimentan sólo en ciertas situaciones, como en las relaciones íntimas o en situaciones relacionadas con pérdidas o abandonos del pasado, dolores físicos o emocionales, etc.
Cualquier cosa puede activarlo, pero resuena especialmente con los dolores del pasado. Cuando está preparado para despertar de su estado latente, un pensamiento o un comentario inocente hecho por alguien cercano a ti puede ser suficiente para activarlo.

ROMPER LA IDENTIFICACIÓN CON EL CUERPO-DOLOR


EL CUERPO-DOLOR NO QUIERE QUE LO OBSERVES DIRECTAMENTE y lo veas como es. En el momento que lo observas, en cuanto sientes su campo energético dentro de ti y llevas tu atención hacia él, la identificación se rompe.
Ha aparecido una dimensión superior de conciencia. Yo la llamo presencia. Ahora eres el testigo u observador del cuerpo-dolor. Esto significa que ya no puede usarte pretendiendo ser tú, ya no puede alimentarse a través de ti. Has encontrado tu mayor fuerza interior.
Algunos cuerpos-dolor son molestos pero relativamente inocuos, como un niño que no deja de lloriquear. Otros son monstruos depravados y destructivos, auténticos demonios. Algunos son violentos físicamente, y muchos son emocionalmente agresivos. Algunos atacan a la gente cercana, la gente que rodea a la persona, mientras que otros pueden atacar a su anfitrión. En ese caso, tus pensamientos y sentimientos relativos a tu propia vida se vuelven profundamente negativos y autodestructivos. Las enfermedades y los accidentes suelen producirse así. Algunos cuerpos-dolor llevan a sus anfitriones al suicidio.
Cuando pensabas que conocías a alguien y de repente te enfrentas con esta detestable criatura alienígena por primera vez, es probable que te lleves un buen susto. Pero es más importante observarla en ti mismo que en otras personas.
BUSCA CUALQUIER SEÑAL DE INFELICIDAD EN TI, del tipo que sea; puede tratarse del despertar del cuerpo-dolor. A veces toma la forma de irritación, impaciencia, un estado de ánimo sombrío, deseo de hacer daño, ira, furia, depresión, la necesidad de dramatizar las relaciones, etc. Atrápalo en el momento en que despierta de su estado latente.
El cuerpo-dolor, como cualquier otra entidad existente, quiere sobrevivir, y sólo puede hacerlo si consigue que te identifiques inconscientemente con él. Entonces puede emerger, apropiarse de ti, «convertirse en ti» y vivir a través de ti. Necesita conseguir su «alimento» a través de ti.
Se alimentará de cualquier experiencia que resuene con su energía característica, algo que produzca dolor del modo que sea: ira, ganas de destruir, odio, pena, drama emocional, violencia e incluso enfermedad. Cuando se ha apropiado de ti, el cuerpo-dolor crea en tu vida una situación que refleje su propia frecuencia energética para poder alimentarse de ella. El dolor sólo puede alimentarse de dolor. El dolor no puede alimentarse de alegría; le resulta totalmente indigesta.
En cuanto el cuerpo de dolor se apropia de ti, quieres más dolor. Te conviertes en una víctima o en un agresor. Quieres causar dolor, sufrirlo, o las dos cosas. En realidad no hay mucha diferencia entre ambas. Como no eres consciente de lo que haces, afirmarás vehementemente que no quieres sufrir. Pero si miras de cerca, verás que tu manera de comportarte y tu forma de pensar están diseñadas para perpetuar el dolor, tanto para ti mismo como para los demás. Si realmente fueras consciente de él, este patrón se disolvería, porque desear más dolor es una locura y nadie está conscientemente loco.
El cuerpo-dolor, que es la oscura sombra proyectada por el ego, en realidad teme la luz de tu conciencia. Tiene miedo de que lo descubras. Su supervivencia depende de que sigas identificándote inconscientemente con él, así como de tu miedo inconsciente a afrontar el dolor que habita en ti. Pero si no lo afrontas, si no llevas la luz de tu conciencia al dolor, te verás obligado a revivirlo una y otra vez.
El cuerpo-dolor puede parecerte un monstruo peligroso que no te atreves a mirar, pero te aseguro que es un fantasma insustancial incapaz de prevalecer ante el poder de tu presencia.
Cuando te conviertes en el observador y empiezas a dejar de identificarte, el cuerpo-dolor sigue operando durante cierto tiempo e intenta engañarte para que vuelvas a identificarte con él. Aunque ya no le das energía mediante la identificación, tiene cierta inercia, como una rueda que continúa girando aunque no esté recibiendo impulso. En este estadio puede crear tensiones en distintos puntos del cuerpo, pero no durarán.
Mantente presente, mantente consciente. Sé el guardián siempre atento de tu espacio interno. Tienes que estar lo suficientemente atento como para observar el cuerpo-dolor directamente y sentir su energía. Entonces no podrá controlar lo que piensas.
No olvides que en cuanto tu pensamiento se alinea con el campo energético de tu cuerpo-dolor, te identificas con él y vuelves a alimentarlo con tus pensamientos. Por ejemplo, si la vibración energética predominante del cuerpo-dolor es la ira y cultivas pensamientos iracundos en los que te repites lo que alguien te hizo y cómo le vas a responder, entonces te has vuelto inconsciente y el cuerpo-dolor se ha convertido en «ti». Debajo de la ira siempre hay dolor.
O cuando te invade un estado de ánimo sombrío y empiezas a entrar en un patrón mental negativo pensando en lo horrible que es tu vida, tu pensamiento se ha alineado con tu cuerpo-dolor y tú te has vuelto inconsciente y vulnerable a sus ataques.
Ser «inconsciente», tal como uso la palabra aquí, significa identificarse con algún patrón emocional o mental. Implica una ausencia total del observador.

TRANSMUTACIÓN DEL SUFRIMIENTO EN CONCIENCIA


La atención consciente sostenida corta el vínculo entre el cuerpo-dolor y el proceso de pensamiento, y pone en marcha el proceso de transmutación. Es como si el dolor se convirtiera en combustible para la llama de tu conciencia, que a partir de ese momento arde con más fulgor. Este es el significado esotérico del antiguo arte alquímico: la transmutación de metales inferiores en oro, o del sufrimiento en conciencia. La división interna se cura y vuelves a estar completo. A partir de entonces tu responsabilidad consiste en no crear más dolor.
ENFOCA TU ATENCIÓN EN LO QUE SIENTES DENTRO DE TI. Identifica el cuerpo-dolor y acepta que está ahí. No pienses en él, no dejes que el sentimiento se convierta en pensamiento. No juzgues ni analices. No te fabriques una identidad con el dolor. Mantente presente y continúa siendo un  observador de lo que ocurre dentro de ti.
Toma conciencia no sólo del dolor emocional, sino también de «aquel que lo observa», el testigo silencioso. Éste es el poder del ahora, el poder de tu propia presencia consciente. Observa qué ocurre a continuación.

IDENTIFICACIÓN DEL EGO CON EL CUERPO-DOLOR


Este proceso que acabo de describir es muy poderoso, pero también muy simple. Podría enseñarse a un niño, y es de esperar que algún día sea una de las primeras cosas que los niños aprendan en la escuela. Una vez aprendido el principio básico de mantenerte presente como observador de lo que ocurre dentro de ti —«entendiéndolo» por experiencia directa— tienes a tu disposición la más potente herramienta de transformación.
Esto no niega que puedas hallar intensas resistencias internas a soltar la identificación con tu dolor. Ello ocurrirá particularmente si has vivido muy identificado con tu cuerpo-dolor durante casi toda tu vida, y toda o la mayor parte de tu identidad está invertida en él. Esto significa que a partir del cuerpo-dolor te has fabricado un yo infeliz y te identificas con esa ficción mental. En tal caso, el miedo inconsciente a perder tu identidad creará una fuerte resistencia a cualquier desidentificación. En otras palabras, preferirás sentir dolor —ser el cuerpo-dolor— que dar un salto a lo desconocido y arriesgarte a perder tu familiar identidad desgraciada.
OBSERVA TU RESISTENCIA INTERNA. Observa el apego a tu dolor. Mantente muy alerta. Observa el peculiar placer que te proporciona ser infeliz. Observa la tendencia compulsiva a hablar o a pensar en tu desdicha. La resistencia cesará si la haces consciente.
Entonces puedes llevar tu atención al cuerpo-dolor, mantenerte presente como testigo e iniciar así su transmutación.
Tú eres el único capaz de hacerlo. Nadie puede hacerlo por ti. Pero si tienes la suerte de encontrar al alguien que es intensamente consciente, si puedes estar con esa persona y unirte a ella en el estado de presencia, eso te ayudará y acelerará las cosas. Tu propia luz pronto se fortalecerá.
Si ponemos un tronco que está empezando a arder junto a otro que ya está ardiendo intensamente, y después de un rato volvemos a separarlos, el primero arderá con mucha más intensidad. Después de todo, es el mismo fuego el que arde en ambos. Una de las funciones del profesor espiritual es ser ese fuego. Algunos terapeutas también pueden realizar la misma función, siempre que hayan ido más allá del nivel de la mente y puedan crear y mantener una intensa presencia consciente mientras trabajan contigo.
Lo primero que has de recordar es que mientras sigas identificándote con el dolor, no podrás liberarte de él. Mientras parte de tu sentido de identidad siga invertido en tu dolor emocional, sabotearás o te resistirás inconscientemente a cualquier intento de sanar ese dolor.
¿Por qué? Simplemente porque quieres mantenerte intacto, y el dolor se ha convertido en una parte esencial de ti. Éste es un proceso inconsciente, y el único modo de resolverlo es hacerlo consciente

viernes, 16 de diciembre de 2016

Date tiempo


La vida es muchas veces una carrera de obstáculos, de barreras y trabas

Afortunadamente, también vivimos momentos de felicidad, de armonía y 
plenitud.

Es en momentos de crisis, rupturas, enfermedades, muertes de seres queridos, 
cuando sentimos que nuestro mundo entra en shock, todo se para y 
bloquea; incluso, podemos experimentar vértigo a todo lo que nos rodea, a 
lo cotidiano, que a su vez, lleva a vivir un gran vacío interior.
Por todo ello:

Date tiempo para sentir.
Date tiempo para pensar, reflexionar.
Date tiempo para ubicarte, encontrarte.
Date tiempo para vivir lo nuevo.
Date tiempo para estar en silencio.
Date tiempo para tener tu propio ritmo diario.
Date tiempo para integrar y asumir los nuevos cambios en tu vida.
Date tiempo para que las heridas sanen.
Date tiempo para llorar, gritar, expresar lo que hay en tu interior.

Date tiempo para mirarte en el espejo y ver quién eres.
Date tiempo para reencontrarte contigo mismo.
Date tiempo para olvidar.
Date tiempo para desapegarte del sufrimiento baldío, de la rabia, la ansiedad 
y la angustia.

Tómate tiempo para reír. Y si después lloras, no importa. 
No te juzgues, ni critiques.
Date tiempo cuando las cicatrices vuelven a doler sin previo aviso.
Perdónate, no te culpabilices. 
Date tiempo y actúa, ponte en marcha.

Da tiempo a los demás, no todos reaccionamos, integramos y evolucionamos 
de la misma manera.
Las comparaciones son odiosas y no aportan nada positivo.

Date tiempo para soñar.
Date tiempo para confiar y tener seguridad.
Date tiempo para crear.

Date tiempo para respirar.
Date tiempo para mimarte.
Date tiempo para amarte.
Date tiempo para cuidarte.
Date tiempo para ser tú.

Sólo tú, tienes la llave que abre la puerta que conduce a tu felicidadNo 
podemos elegir qué experiencias vamos a vivir; en cambio, podemos decidir 
cómo vivirlas. Somos los únicos responsables de nuestra vida.

El tiempo, la vida, la muerte y el amor


El tiempo lo cura todo, es una frase que no gusta escuchar, especialmente cuando estamos pasando por procesos dolorosos como puede ser la pérdida de un ser querido, una ruptura, una crisis. 

El tiempo no cura. Somos nosotros los que sanamosnos damos el espacio, el tiempo para hacerlo.

Algunas heridas, cicatrizarán antes. Otras, dejarán huellas muy profundas que seguirán doliendo en ciertos momentos de la vida, a pesar de estar ya curadas. Recordándonos que amamos, que estuvimos unidos a seres y situaciones que marcaron un antes y un después.

El tiempo es un compañero de viaje fiel y leal. Marca su ritmo de manera incansable y objetiva, siguiendo un mismo compás. Cuando el dolor está presente, el tic tac de la vida, se alarga, parece no tener fin. Cuando somos y estamos felices, se apresura de tal manera que parece desaparecer sin dejar rastro de su paso.

Cuando morimos, el tiempo transcurre de otra forma, es más tranquilo y sosegadoLos sentimientos prevalecen sobre las ideas. En vida podíamos haber sido el seguidor número uno de un equipo de fútbol, y al morir, no darle la mínima importancia. Es algo que sorprende y que cuesta aceptar. Tendemos a pensar que al morir, seguiremos siendo nosotros mismos, con las misma costumbres, pensamientos, sentimientos, miedos, dudas. Si, seguimos siendo la misma alma, pero más ligera de equipaje, de cargas, de preocupaciones y damos importancia a lo que realmente lo es, el amor.

Cuando estamos muy apegados a la tierra, somos más parecidos a cómo éramos cuando estábamos vivos, aunque diferentes, pues sentimos con el corazón y no con la mente. Siendo el proceso de tránsito, un poco más largo. Cuando entendemos que el vivir es sólo una etapa de una vida eterna, que es una escala en un largo viaje infinito, el tránsito, es más fácil.

Y, si. Tendremos tiempo para reencontrarnos, para volver a recordar que en una, varias o en todas las vidas nos amamos y que compartimos ilusiones y proyectos.

El tiempo marca vidas, etapas, tránsitos. El amor es el enlace que hace posible que volvamos a vernos, a sentirnos; pues el amor cuando es de verdad, permanece inalterable a lo largo de vidas, años, siglos, milenios, eones....


domingo, 16 de febrero de 2014

EL PERDON RADICAL


El Perdón Radical no es un dogma, está abierto hacia modos siempre perfeccionable de entender la vida y su sentido. Es una técnica que ayuda a las personas a perdonar, es decir a transformar emociones y sentimientos en serenidad y mayor eficacia en la vida, entre otras cosas. Trabaja también con la dimensión espiritual del ser humano que cada uno práctica del modo que le parece más adecuado.



Los Beneficios

Hasta hace poco, nadie se interesaba demasiado por el perdón. Es más, era bastante impopular e incluso irritante porque se relacionaba con directrices religiosas que parecían destinadas sobre todo a resignar a las víctimas. También se ha entendido siempre como algo difícil de lograr, salvo para seres excepcionales, y que consume mucho tiempo. Hoy día cada vez más personas descubren los beneficios del perdón y buscan fórmulas para lograrlo. Se alegrarán de saber que ahora tenemos un método – el Perdón Radical – que lo hace posible, fácil y rápido. A continuación describimos algunos de sus beneficios.
Beneficios personales
1. Mejor salud: las investigaciones demuestran que el resentimiento y la falta de perdón aumentan la presión sanguínea, bajan las defensas del organismo, fomentan la depresión y causan mucho estrés.
2. Prevención del cáncer: los estudios desvelan que el cáncer tiene como punto de partida aflicciones o traumas no resueltos y acontecidos entre cinco y siete años antes de que se declare. El perdón puede interrumpir el avance energético de la enfermedad en el cuerpo (véase Salud).
3. Más energía: se consume mucha energía para mantener reprimidos o suprimidos sentimientos como la ira, la culpa, el resentimiento, la decepción, el deseo de venganza, etc. Perdonar libera una increíble cantidad de energía que entonces queda disponible para el presente.
4. Mejores relaciones: cuando soltamos la necesidad de condenar o perdonamos a otros nos sentimos mejor y nos resulta más fácil estar con ellos. Nuestras relaciones mejoran automáticamente. Puedes realizar el test de relación y comprobar si estás reproduciendo problemas en cada relación que tienes o has tenido.
5. Más libertad: el perdón nos libera del dolor del pasado, del lastre emocional y entonces podemos de verdad ser nosotros mismos.
6. Autopotenciación: cuando perdonamos recuperamos el poder que previamente otorgamos a los demás de hacernos sentir mal y nos damos cuenta de que podemos elegir sentirnos como decidamos. Entonces tenemos el poder de crear la vida que queremos.
7. Crecimiento espiritual: crecer espiritualmente es imposible si nuestro corazón está contaminado por la envidia, el enfado, los celos, los juicios, la crítica o cualquier otra forma de “no-perdón” que nos mantiene en un nivel de vibración bajo. Es una enseñanza común a todas las tradiciones espirituales.
Beneficios colectivos del perdón

1. Liberar a la humanidad del dolor colectivo y generacional.
2. Curar viejas heridas entre razas, etnias y grupos religiosos.
3. Transformar las energías de la violencia y del abuso.
4. Reducir la tensión en el mundo.
5. Promover políticas generosas.
6. Promover la paz en el mundo.