El camino no es recto, ni mucho menos, por eso, a veces el camino pide que el doliente se tome un tiempo para estar en una parte concreta del mismo, quizá profundizando en ella o cogiendo fuerzas para la subida que se aproxima. El camino que atraviesa cada persona es diferente y sólo el doliente sabe en su interior cómo atravesarlo.
Una manera de profundizar en la experiencia del duelo, de ir más allá de lo que automáticamente nos surge desde los mecanismos de defensa, es
el trabajo a través de preguntas. Una de las muchas que puede hacerse el doliente y que responde a procesos que se dan el transcurso del duelo, es la que planteamos en este post:
¿Qué necesito? Conectar con la auténtica necesidad y proveernos de lo que necesitamos marca todo un camino.
La necesidad puede ir
de lo más concreto y físico -como necesidad de descanso- a
la necesidad más amplia, incluso podríamos decir existencial: “Necesito poner límites”. La propuesta de trabajar con preguntas no es quedarnos sólo a nivel racional, es decir,
no se trata de contestar con una solución o con lo que más rápido venga a la cabeza.
Además de la inteligencia racional, el ser humano también posee la inteligencia emocional, la intuitiva, la corporal… La propuesta de trabajo con esta pregunta es hacer una pausa y romper con el automatismo de nuestros mecanismos de defensa.
Para trabajar la pregunta de “¿Qué necesito?” lo que proponemos es elegir un lugar de la casa, de la habitación o algún lugar del exterior que sea especial para nosotros, donde nos sintamos nosotros mismos o especialmente cómodos.
Una vez que hemos encontrado ese lugar, nos acomodamos en él: si es en casa, buscamos un momento del día o de la noche en el que no nos vayan a interrumpir o pedimos ese espacio de media hora. Es importante crear un espacio de silencio, no solo externo, sino también interno. Si nos ayuda crear algo de ambiente, como encender incienso o alguna candelita, está bien; si no, también está bien.
– PARAR: La manera que proponemos de parar y acudir al presente es a través del cuerpo. La respiración nos sirve de toma de tierra con el presente, por eso, la manera de parar será centrando la atención en nuestra respiración, sin trata de modificar ni cambiar su curso o su ritmo. Una vez que pongamos la atención en mi interior, podemos ir paseando la atención por las distintas partes del cuerpo, tomando conciencia, sin intentar relajar o cambiar nada, sin juzgar ni exigir, simplemente, dándonos cuenta.
– MIRAR PROFUNDAMENTE: En la búsqueda de silencio interno nos encontramos con muchos “ruidos internos”: pensamientos, sensaciones, emociones, incomodidades físicas. Para poder mirar profundamente buscamos reconocer lo que está ocurriendo y dejarlo pasar, sin aferrarnos. Conectar con la respiración nos servirá de anclaje. Para poder mirar con profundidad, conviene poner en marcha una actitud de “no juicio”, de empatía y atención hacia nosotros mismos.
– PREGUNTAR-ESCUCHAR: A continuación, podemos hacernos esa pregunta, como si se la preguntásemos a nuestro cuerpo: ¿Qué necesito? (puedes modificar la pregunta si así te conecta más, por ejemplo: ¿Qué necesito para elaborar mi duelo? ¿Qué necesito en este punto del camino? ¿Qué necesita esta tristeza profunda que siento?) No hay que responder automáticamente, sino dejando que vengan imágenes, tal vez algún recuerdo, alguna sensación física, en esa manera de “estar con lo que hay”, con la emoción, pasando del modo automático al consciente, y escuchando todo eso que surge, en lugar de tratar de evitarlas.
Si este ejercicio nos ayuda, podemos empezar a escribir con esa pregunta que hemos lanzado a nuestro interior, dejando que salgan las palabras, frases, sin hacer ninguna pausa durante unos 5-10 minutos. Dejaremos que las palabras surjan de un modo espontáneo, no pensado, ni teniendo cuidado con el estilo, no lo va a leer nadie, es sólo para ti.
Una vez que hayan pasado unos 5 o 10 minutos escribiendo, reléelo con calma, sin prisa, como si lo estuvieras saboreando, y subraya tres palabras que resuenen especialmente, que “hagan diana”. Cuando las tengas, permanece un rato con esas palabras, repitiéndolas, dejando que vengan asociaciones, imágenes, sensaciones.
Tanto si surge algo concreto como si no, está bien este espacio de tiempo que has dedicado a la escucha profunda y puedes continuar trabajando con esta pregunta u otras en otro momento. En cualquier caso, el hecho de restablecer la comunicación con nuestro interior ya es un gran paso.
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