martes, 10 de diciembre de 2013

EL DINERO -CONNY MENDEZ




El Maestro Filmore, fundador de Unity, dice: “No es un crimen ser rico, y no hay virtud alguna en ser pobre, como nos han hecho creer los reformadores. El mal consiste en acaudalar dinero, impidiendo que circule libremente para que llegue hasta el que lo necesite. Aquellos que ponen a trabajar sus riquezas en forma que contribuyan al bienestar de las masas, son la salvación de un país. Si todos tuvieran lo que llamamos “la conciencia de pobreza”, la miseria sería general como lo es en la India y en la China. Allí, los millones de habitantes están atados perennemente al pensamiento de su pobreza, sufren escasez en todas sus formas, desde la cuna hasta la tumba. El peso del pensamiento pobre recae en las tierras, y ellas, año tras año retienen sus productos de manera que miles mueren de hambre”.

La conciencia de la Prosperidad hay que formarla. Primero hay que ir negando todas las viejas y falsas ideas de carestía, de restricción, de dependencia en los canales fijos. La idea de que algo es muy caro proviene del estado de nuestra bolsa. Hacemos la comparación del costo con la cantidad que poseemos y decidimos instantáneamente si podemos adquirir o no. Si nuestro haber es poco, el objeto nos parece caro. Si nuestro haber es grande, no le damos ninguna importancia al costo y lo adquirimos. El objeto no es que sea caro sino que la conciencia es pobre.

Tú estarás pensando que sin embargo, sí hay cosas por las cuales los comerciantes piden demasiado. Pero yo te repito que si tuvieras muchos millones para botar, no se te ocurriría siquiera pensar si el comerciante está pidiendo demasiado o no. Luego no es la carestía sino el estado de tu bolsa, y ésta depende del estado de tu conciencia.

Desde pequeño, tal vez oíste en tu casa el tema del dinero, del costo y de lo que se podía o no se podía adquirir. Cuán pocos pueden hacer alarde de que cuando pequeños pidieron que se les comprara algo y que sus padres no contestaron “Hoy no se puede porque no hay plata”. Ese “no hay plata” asumió inmediatamente el carácter del monstruo que todo lo niega, que todo lo interrumpe, que todo lo malogra; ese ogro que se recrea en vernos privados y suspirando, hasta que terminamos doblando la cabeza resignados a la fatalidad. Cuán pocos pueden decir que sus padres contestaban “vamos a pensar que Papá Dios nos lo quiere dar y que no está sino esperando el momento para darnos la sorpresa”.

Y éste es el pensamiento que deseo se aprendan hoy de memoria y lo repitan mentalmente, o a viva voz, cada vez que tengan un deseo o una necesidad, y que se encuentren comparando lo que tienen en la cartera, con el costo de lo que están deseando. “VAMOS A PENSAR QUE DIOS NOS LO QUIERE DAR Y QUE SÓLO ESTÁ ESPERANDO EL MOMENTO PARA DARNOS LA SORPRESA”, para irles formando la conciencia de prosperidad.

Ya ustedes saben que la Verdad es que en el espíritu todo está ya dado, concedido y esperando que lo reclamemos; y por eso enseñamos a dar las gracias antes de que aparezca. Pero esta idea se empeña en eludir. El subconsciente no tiene discernimiento. Para él, tu palabra es ley. Lo que te oye decir, lo que ve en tu pensamiento, el cuadro que te imaginas, son órdenes que él se esmera en cumplir con la más pronta exactitud. Lo único que lo sacude es la voz del Yo Superior. Las altas vibraciones de la Verdad desmoronan lo petrificado (cristalizado decimos) en el subconsciente, y que le costarían años de psicoanálisis para llegar a descubrirlas. Y aún así el psicoanalista te dirá que si no se sustituye con algo el clavo que acaba de sacar, se vuelve a recaer en el mismo mal. Por esto es que la Metafísica primero niega el mal, luego afirma la Verdad para ir sustituyendo lo que se va borrando, por lo más alto y potente: La Verdad, que no habrá que borrarla jamás.

La afirmación simple, infantil, que te di para que la aprendieras de memoria, encierra una intención triple. La primera, que te vayas formando la idea de que todo proviene de Dios, o sea de la sustancia divina, y se te vayan quitando esas ideas de los canales fijos. Tus canales fijos son, o bien el salario que recibes, o bien la organización donde trabajas; y si no tienes necesidad de trabajar, tus canales fijos son: o bien el negocio de tu padre o de tu cónyuge; o las fincas que te producen tu renta, en fin, lo que sea que te provee con la suma de dinero con que haces tus gastos. Y toda la raza está acostumbrada a pensar que si estos llegaran a fallar, ocasionaría la ruina. Pocos se dan cuenta de que los canales de la prosperidad y de la abundancia son infinitos porque son de Dios, y son Dios. Ignoran lo que ya tú sabes, que toda necesidad viene ya equipada con el material que requiere para llenarla, o sea que (como se dice en metafísica) la oferta y la demanda son una. En la Tierra son dos cosas opuestas. En la Verdad son una sola y misma cosa.

La segunda intención que lleva la afirmación que te di es, que te vayas acostumbrando a que la voluntad de Dios es magnánima: que Dios ansía que tengas precisamente ESO que estás necesitando o deseando, porque el deseo y la necesidad de algo se producen en el momento que se está preparando para gozarlo o aprovecharlo. Ni un minuto antes, ni un minuto después. Y si hace años que está anhelando, o sintiendo la falta de algo, ese “algo” tiene los mismos años tocando a tu puerta, para que acabes de recibirlo, y es tu subconsciente el que lo está rechazando y haciéndolo esperar, por cumplir la orden que le diste, al aceptar tú la idea de que te sería imposible realizar tu deseo; o bien porque lo consideraste demasiado costoso, prohibitivo o demasiado difícil. La Biblia explica esto en la forma siguiente y que se los he repetido muchas veces: “Toda tierra donde pongas la planta de tu pie te la he dado por heredad”. Los pies son símbolos de la comprensión, y “tierra” es símbolo de Manifestación. O sea, pues que la traducción de la frase maravillosa es: “Toda manifestación que tú puedes CONCEBIR te la he dado ya”. La heredad es lo que nadie nos puede arrebatar. Es nuestra por derecho.

La tercera intención que lleva la afirmación que te di está en la frase: “...y sólo está esperando el momento para darnos la sorpresa”. A menudo los estudiantes ven que no obtienen una demostración tan aprisa como ellos lo esperaban, vienen a quejarse conmigo. Casi me culpan de incumplida, como si yo les he prometido algo que no les he dado! Esta es una actitud infantil. Es un resabio de mala crianza que les ha quedado de cuando eran niños en la casa de sus padres, y prueba que fueron niños mimados a quienes no se les negó jamás su menor capricho. La demostración siempre está hecha y preparada para aparecer. Sólo está esperando el momento oportuno. Hay infinidad de motivos que obstruyen la salida o que destruyen el momento oportuno, y la manifestación tiene que esperar que haya otro momento oportuno. Uno de los motivos más comunes y corrientes es la inconsistencia, o falta de firmeza una vez que se ha pensado, invocado, reclamado y hecho el tratamiento.

O bien el estudiante siente dudas; o bien cede a la tentación de salir a conversarlo; o bien expresa con sus palabras conceptos que niegan la Verdad que declara en el tratamiento. Todo esto es muy natural. No hay que impacientarse ni con uno mismo ni con la tardanza de la demostración. No somos perfectos y estamos aprendiendo a serlo.

El subconsciente no tiene la culpa de estar pesado y achatado en viejas ideas y costumbres.

Otro defecto muy común es el de pensar que hay que estar repitiendo el tratamiento para que se haga. Esto equivale a estar continuamente abriendo el horno para darle una vuelta con la cuchara a una torta que es está horneando. Un tratamiento se hace una sola vez, lo más excelentemente que se pueda. Se ve la Verdad y se declara. Se dan las gracias, y se le deja a Dios la realización. Cuando venga a la mente el pensamiento de aquello que estamos necesitando y que no acaba de realizarse se hace lo que llamaba Emmet Fox “hacerle un tratamiento al tratamiento”, o sea que se dice:

“YO YA HICE EL TRATAMIENTO Y NO TENGO POR QUÉ ANGUSTIARME NI PREOCUPARME, GRACIAS, PADRE”. Puedes dar gracias infinitas tanto como quieras. Eso sí reafirma la demostración, y es regocijo. “Regocijaros y dad gracias a Dios en todo”.

Cuando tú das a alguien un regalo como sorpresa, o cuando te hacen una sorpresa a ti, ES una SORPRESA. Aún cuando has estado deseando algo y que alguien te lo regale, te sorprende y te hace feliz. La frase del tratamiento te pone a esperar la sorpresa que te va a mandar Dios, en el momento en que menos lo esperas, y esta expectativa entusiasta es la fe que mueve montañas. No lo confundas con la esperanza. La Esperanza es una hermana pobre de la fe, dice Emmet Fox. La esperanza es angustia mezclada con dudas, la fe es expectativa gozosa. Dos cosas muy diferentes. Qué diferente es decir, “tengo esperanza...”, y “tengo fe...”.

Me han llegado noticias de que por lo menos dos de mis estudiantes están careciendo de dinero. Se puede ser muy adelantado espiritualmente y no tener la conciencia de la prosperidad. Así como se puede tener una gran conciencia de prosperidad y no ser nada espiritual. Es que ha desarrollado un aspecto de la vida, y no se ha tocado el otro. Cuando se está manifestando falta de abundancia hay que ponerse a trabajar en ese aspecto. Hay que meditar mucho sobre la abundancia. Como le dije a una de mis discipular en estos días, allí donde el hombre no roza con su pensamiento de escasez se manifiesta la abundancia en términos de derroche. En las selvas. En el monte ordinario. Si no vivimos cortando la grama en el jardín, se amontona hasta tapar la casa, y es porque nos la pasamos pensando precisamente en que hay que vivir atajándola. En las selvas no hay quien piense “aquí no crece nada”. No hay quien eche veneno para matarla. No hay quien piense “Qué verano tan bravo! Las matas se van a secar todas! ¿Y no irá a llover?

El Maestro Fillmore continúa diciendo: “El Pensamiento angustiado tiene que ser eliminado, y hay que adoptar el abandono perfecto de la naturaleza, y cuando a esta actitud se añada la realización de que se poseen recursos ilimitados, se habrá cumplido con la ley divina de la prosperidad”.

Para lograr esta actitud de abandono de toda preocupación hay que meditar sobre la abundancia divina, manifestada. Hay que examinarse para ver dónde se está poniendo freno inconscientemente a la prosperidad y la abundancia. Hay que afirmar, contra toda la evidencia, que somos hijos, herederos de todo lo que posee el Padre, y que no solamente Él ansía vernos manifestar riquezas y satisfacciones, sino que TODA LA HUMANIDAD NOS DESEA LO MISMO. Que NADIE quiere privarnos, ni hostilizar nos, porque toda la humanidad contiene a Dios, y Dios no se divide en dos para des armonizar con Él mismo.

Hay una manera de producir lo que remedia una necesidad inmediata. No sirve para producir abundancia constante, pero que sí produce lo que tape el hueco del momento. Es hacerse un cuadro mental, hecho de pura imaginación, y verse llenando la cartera, depositándolo en el Banco, repartiendo y sintiendo la satisfacción de poder dar y hacer feliz a otros. Pero hay que hacer hasta por sentir con los dedos el grano del papel, el crujir de los billetes, el peso de las monedas, etc. Hay que repetir esto mucho para que el subconsciente se impresione y lo reproduzca. No hay que preguntarse “¿Y por dónde me puede llegar?”. El canal se le deja a Dios. Esto último es tal vez lo que queda de valioso cuando se ha terminado de gastar el dinero que va a llegar, o sea la constatación de que los canales de Dios son infinitos e inesperados.


No se olviden de insistir en que venga bajo la Gracia y de manera perfecta.



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