CONNY MENDEZ
La práctica del Diezmo se ha hecho una
costumbre de toda su vida en muchos de los discípulos de la Verdad.
Tanto así que ya piensan en el monto de su dinero como si fuera sólo
el noventa por ciento de lo que realmente disponen, ya que
automáticamente ponen a un lado el diez por ciento que consideran
como perteneciente a Dios, sin que jamás ni sueñen en romper la
costumbre. Esto lo hacen inteligentemente, es decir, como Principio,
porque han apercibido que es lo correcto. El resultado de este
proceder es que estas personas están inmancablemente libres de toda
dificultad monetaria. Aunque puedan tener otros problemas, jamás
sufren de privaciones ni de fallas en su prosperidad material. Ellas
cumplen con la Ley, de manera que inevitablemente manifiestan el
resultado.
Este hecho se está haciendo ampliamente conocido hoy en día, pero lo que no es muy bien comprendido es el Principio Espiritual que lo rige. Se me hacen toda especie de preguntas respecto a la forma de diezmar, en cuáles circunstancias es pertinente no diezmar, cuáles sumas se deben diezmar, en qué forma debe ser dividido el diezmo, y que si la práctica del diezmo es una receta infalible para enriquecerse, etc.
La Verdad del Diezmo es que aquellos que ponen aparte el diez por ciento de su entrada neta para el servicio de Dios, y no con el objeto principal de lucrar sino simplemente porque sienten que así debe ser, encuentran que su prosperidad aumenta por saltos y brincos, hasta que todo temor de pobreza desaparece; en tanto que aquellos que diezman porque en su fuero interno lo consideran una buena inversión, esperando que se les devuelva mucho más de lo que dan, son siempre decepcionados, y desde su propio punto de vista están malgastando su dinero.
Dice Malaquías en su versículo 10, capítulo 3: “Traedme todos los diezmos a mi granero y que haya alimento en mi casa, dijo el Señor de los Ejércitos, y verás si no te abro las ventanas del Cielo y te derramo tal bendición que no habrá sitio en que recibirla”.
El diezmo ha sido recomendado en muchas partes de la Biblia, y en todas las edades, donde haya habido creyentes en Dios que hayan hecho de esta práctica la piedra angular de sus casas, este edificio construido sobre esa piedra angular los han asegurado de toda necesidad material, cosa TAN ESENCIAL PARA EL DESARROLLO DE ALMA.
Es cosa muy conocida que muchos de los más prósperos hombres de negocios de hoy, grandes industriales, atribuyen su éxito al haber formado este hábito en su juventud y haberlo mantenido. Miles de estudiantes de la Verdad han escapado de lo que parecía ser una pobreza sin esperanzas, y entrado en la seguridad y el confort por la práctica del diezmo.
El Principio, o Ley del Diezmo, una vez reconocido y aceptado, hace surgir la pregunta: ¿Y qué se debe hacer con el diezmo? En la Ciencia Divina, el Diezmo no se refiere a la caridad general, ni a las donaciones materiales. Se dedica a la divulgación del Conocimiento de la Verdad en alguna u otra forma, generalmente en la mantención de aquellas instituciones o actividades que se ocupan de esto. Cualquiera que comprende la Idea Espiritual sabe muy bien que lo único que salvaría al mundo es conocer la Verdad para quedar libres de toda dificultad; que hasta que el hombre no llegue a conocer la Verdad metafísica nada lo beneficiará realmente; que hasta que este conocimiento se haga general no importa cuánta instrucción seglar ni cuántos descubrimientos científicos, ni proyectos de reformas sociales, ni reconstrucciones políticas lograrán algún bien efectivo; y que una vez que este conocimiento se haga general, todos los problemas políticos y sociales se ajustarán automáticamente, y se harán innecesarias todas las formas de caridad y sistemas de beneficencia. Nosotros que conocemos la Verdad del Ser somos fiducidarios de la humanidad. Aquellos que desconocen esta Verdad continuarán dando su dinero para promover obras benéficas, pero nosotros sabemos que nuestro primer deber es la divulgación de la Verdad.
“Conoced la Verdad y ELLA os hará libres”, dijo Jesús.
El determinar la cantidad del diezmo es muy sencillo. No es, como suponen algunos estudiantes, la décima parte de aquello que puedan ellos economizar cada mes. Significa la décima parte de toda la cantidad. Por supuesto, un mercader o comerciante deducirá los gastos de su negocio antes de contar su ganancia NETA, pero es sobre la ganancia neta, antes de deducir ningún gasto personal o de vida, que se debe hacer el diezmo. Las personas que viven de un salario reciben su ganancia neta directamente de esta forma, pero deberán añadirle toda otra entrada, dividendos, inversiones, etc.
Es por supuesto inútil recalcar que no hay la más mínima obligación de diezmar en absoluto, hasta que no le venga a cada uno el estado de conciencia que le haga ver que es preferible hacerlo. Es decir, que es mejor no intentar el diezmo hasta que se esté preparado mentalmente para hacerlo. El dar por una supuesta obligación o un sentido del deber, es dar con temor, y jamás ningún temor trajo prosperidad.
El pago de un diezmo es un gran acto de fe. A menudo sucede que un estudiante de Ciencia Divina siente un deseo profundo de poner toda su fe en Dios, y de poseer una fe verdaderamente científica. Desear esto es tenerlo automáticamente; sin embargo no siempre se puede lograr la convicción absoluta de esto último, y por el hecho de no poder sentir esta sensación él se cree falto de fe cuando en realidad no lo está, pero si él practica el diezmo por convicción de que es lo correcto, esto será la prueba de su fe, no obstante lo que le digan sus sentimientos por el momento.
Algunos creen que porque están en aprietos no les es posible diezmar por los momentos, pero que lo harán en cuanto sus circunstancias lo permitan. Esto es perder todo el significado porque mientras mayor sea la presente dificultad, mayor la necesidad de diezmar, ya que sabemos que la dificultad presente es debida a una actitud mental (probablemente subconsciente) y por supuesto que las circunstancias no podrán cambiar hasta que haya un cambio en la actitud mental. El diezmar, en verdad espiritual, será una prueba de que la actitud está cambiando, y será seguido por la demostración deseada.
El secreto de demostrar prosperidad por el diezmo es el de comprender, realizar que el único origen de nuestro suministro es Dios, y que el negocio o el empleo, las inversiones o los clientes no representan sino el canal a través de los cuales se está manifestando en ese momento la Providencia que nos viene de Dios. Ahora pues, la práctica de diezmar por motivos espirituales es la prueba concreta de que se ha aceptado esa idea, y la consecuencia inevitable de dicha aceptación es la prosperidad visible. Es fácil ver, pues, la diferencia que existe entre la práctica espiritualmente comprendida y la otra – material e inútil – de apartar la décima parte, a menudo con mala gana, con la esperanza de hacer una buena inversión. Como una expresión de que se considera justicia espiritual, el diezmo es un éxito inevitable. Como una inversión egoísta va al fracaso seguro.
La respuesta a la pregunta de cuán a menudo debe ser pagado el diezmo, es también muy sencilla. El momento correcto para pagar el diezmo es al recibir la mesada, o el pago semanal o semi-anual, dependiendo de cómo se recibe la renta. Por lo general es mejor pagar pequeñas sumas que una sola grande, pero no se puede dar una regla general.
“Dad y se os dará”: medida buena, apretada, remecida, desbordante; porque la medida que emplearéis para con los demás, esa misma recíprocamente se empleará para con vosotros. (Lucas 6:38).
Muchos Maestros de la Verdad han atestiguado de los beneficios infalibles del diezmo. Uno de ellos, John Murray, escribió:
“De acuerdo con la Ley Hebraica, el diezmo quiere decir la décima parte, y se refiere a una forma de impuestos por la cual los hebreos tenían que dar, por Ley Levítica el décimo de su producción (de la tierra o de bestias, etc.) para el servicio de Dios. Es notable que mientras este sistema prevaleció la nación hebrea prosperó, colectiva e individualmente, y donde quiera que ha sido aplicada honesta y finalmente jamás ha fallado. Si el granjero se negara a darle a la tierra una cierta cantidad de maíz y papas, de las que ha recibido de esa tierra, no tendríamos cosechas. ¿Por qué, entonces esperamos a recibir la abundancia de parte de Dios, si le damos tan mezquinamente a su santa causa? Aquellos que diezman siempre están seguros de que tienen a Dios por Socio.”
La conexión entre el diezmo y la prosperidad es, después de todo, simplemente una expresión de aquella ley que expresa que aquello que nosotros le hacemos al Universo, el Universo nos hace a nosotros. Lo que damos, generosidad o parsimonia, lo recibiremos de nuevo. Igual atrae igual. Que lo que el hombre siembra, eso recoge, y que ningún hombre escapa a la ley. El levítico dice: “Y todo el diezmo de la tierra, así sea de semilla o del fruto de árboles, pertenecen al Señor. Es Santificado al Señor. (Levítico 27:30).
“Honra al señor con su substancia, y con los primeros frutos de tu abundancia, y tus graneros rebosarán y tus prensas reventarán con vino nuevo”. (Proverbios 3:9, 10).
Después de que Jacob recibió la visión que le dijo que había una escalera mística desde la tierra hasta el cielo (la escalera de la Oración Científica y la actividad justa) decidió de inmediato adoptar la práctica del diezmo realizando que...
“Dios estará conmigo, y me protegerá en mis caminos, me dará el pan y la ropa”.
Este hecho se está haciendo ampliamente conocido hoy en día, pero lo que no es muy bien comprendido es el Principio Espiritual que lo rige. Se me hacen toda especie de preguntas respecto a la forma de diezmar, en cuáles circunstancias es pertinente no diezmar, cuáles sumas se deben diezmar, en qué forma debe ser dividido el diezmo, y que si la práctica del diezmo es una receta infalible para enriquecerse, etc.
La Verdad del Diezmo es que aquellos que ponen aparte el diez por ciento de su entrada neta para el servicio de Dios, y no con el objeto principal de lucrar sino simplemente porque sienten que así debe ser, encuentran que su prosperidad aumenta por saltos y brincos, hasta que todo temor de pobreza desaparece; en tanto que aquellos que diezman porque en su fuero interno lo consideran una buena inversión, esperando que se les devuelva mucho más de lo que dan, son siempre decepcionados, y desde su propio punto de vista están malgastando su dinero.
Dice Malaquías en su versículo 10, capítulo 3: “Traedme todos los diezmos a mi granero y que haya alimento en mi casa, dijo el Señor de los Ejércitos, y verás si no te abro las ventanas del Cielo y te derramo tal bendición que no habrá sitio en que recibirla”.
El diezmo ha sido recomendado en muchas partes de la Biblia, y en todas las edades, donde haya habido creyentes en Dios que hayan hecho de esta práctica la piedra angular de sus casas, este edificio construido sobre esa piedra angular los han asegurado de toda necesidad material, cosa TAN ESENCIAL PARA EL DESARROLLO DE ALMA.
Es cosa muy conocida que muchos de los más prósperos hombres de negocios de hoy, grandes industriales, atribuyen su éxito al haber formado este hábito en su juventud y haberlo mantenido. Miles de estudiantes de la Verdad han escapado de lo que parecía ser una pobreza sin esperanzas, y entrado en la seguridad y el confort por la práctica del diezmo.
El Principio, o Ley del Diezmo, una vez reconocido y aceptado, hace surgir la pregunta: ¿Y qué se debe hacer con el diezmo? En la Ciencia Divina, el Diezmo no se refiere a la caridad general, ni a las donaciones materiales. Se dedica a la divulgación del Conocimiento de la Verdad en alguna u otra forma, generalmente en la mantención de aquellas instituciones o actividades que se ocupan de esto. Cualquiera que comprende la Idea Espiritual sabe muy bien que lo único que salvaría al mundo es conocer la Verdad para quedar libres de toda dificultad; que hasta que el hombre no llegue a conocer la Verdad metafísica nada lo beneficiará realmente; que hasta que este conocimiento se haga general no importa cuánta instrucción seglar ni cuántos descubrimientos científicos, ni proyectos de reformas sociales, ni reconstrucciones políticas lograrán algún bien efectivo; y que una vez que este conocimiento se haga general, todos los problemas políticos y sociales se ajustarán automáticamente, y se harán innecesarias todas las formas de caridad y sistemas de beneficencia. Nosotros que conocemos la Verdad del Ser somos fiducidarios de la humanidad. Aquellos que desconocen esta Verdad continuarán dando su dinero para promover obras benéficas, pero nosotros sabemos que nuestro primer deber es la divulgación de la Verdad.
“Conoced la Verdad y ELLA os hará libres”, dijo Jesús.
El determinar la cantidad del diezmo es muy sencillo. No es, como suponen algunos estudiantes, la décima parte de aquello que puedan ellos economizar cada mes. Significa la décima parte de toda la cantidad. Por supuesto, un mercader o comerciante deducirá los gastos de su negocio antes de contar su ganancia NETA, pero es sobre la ganancia neta, antes de deducir ningún gasto personal o de vida, que se debe hacer el diezmo. Las personas que viven de un salario reciben su ganancia neta directamente de esta forma, pero deberán añadirle toda otra entrada, dividendos, inversiones, etc.
Es por supuesto inútil recalcar que no hay la más mínima obligación de diezmar en absoluto, hasta que no le venga a cada uno el estado de conciencia que le haga ver que es preferible hacerlo. Es decir, que es mejor no intentar el diezmo hasta que se esté preparado mentalmente para hacerlo. El dar por una supuesta obligación o un sentido del deber, es dar con temor, y jamás ningún temor trajo prosperidad.
El pago de un diezmo es un gran acto de fe. A menudo sucede que un estudiante de Ciencia Divina siente un deseo profundo de poner toda su fe en Dios, y de poseer una fe verdaderamente científica. Desear esto es tenerlo automáticamente; sin embargo no siempre se puede lograr la convicción absoluta de esto último, y por el hecho de no poder sentir esta sensación él se cree falto de fe cuando en realidad no lo está, pero si él practica el diezmo por convicción de que es lo correcto, esto será la prueba de su fe, no obstante lo que le digan sus sentimientos por el momento.
Algunos creen que porque están en aprietos no les es posible diezmar por los momentos, pero que lo harán en cuanto sus circunstancias lo permitan. Esto es perder todo el significado porque mientras mayor sea la presente dificultad, mayor la necesidad de diezmar, ya que sabemos que la dificultad presente es debida a una actitud mental (probablemente subconsciente) y por supuesto que las circunstancias no podrán cambiar hasta que haya un cambio en la actitud mental. El diezmar, en verdad espiritual, será una prueba de que la actitud está cambiando, y será seguido por la demostración deseada.
El secreto de demostrar prosperidad por el diezmo es el de comprender, realizar que el único origen de nuestro suministro es Dios, y que el negocio o el empleo, las inversiones o los clientes no representan sino el canal a través de los cuales se está manifestando en ese momento la Providencia que nos viene de Dios. Ahora pues, la práctica de diezmar por motivos espirituales es la prueba concreta de que se ha aceptado esa idea, y la consecuencia inevitable de dicha aceptación es la prosperidad visible. Es fácil ver, pues, la diferencia que existe entre la práctica espiritualmente comprendida y la otra – material e inútil – de apartar la décima parte, a menudo con mala gana, con la esperanza de hacer una buena inversión. Como una expresión de que se considera justicia espiritual, el diezmo es un éxito inevitable. Como una inversión egoísta va al fracaso seguro.
La respuesta a la pregunta de cuán a menudo debe ser pagado el diezmo, es también muy sencilla. El momento correcto para pagar el diezmo es al recibir la mesada, o el pago semanal o semi-anual, dependiendo de cómo se recibe la renta. Por lo general es mejor pagar pequeñas sumas que una sola grande, pero no se puede dar una regla general.
“Dad y se os dará”: medida buena, apretada, remecida, desbordante; porque la medida que emplearéis para con los demás, esa misma recíprocamente se empleará para con vosotros. (Lucas 6:38).
Muchos Maestros de la Verdad han atestiguado de los beneficios infalibles del diezmo. Uno de ellos, John Murray, escribió:
“De acuerdo con la Ley Hebraica, el diezmo quiere decir la décima parte, y se refiere a una forma de impuestos por la cual los hebreos tenían que dar, por Ley Levítica el décimo de su producción (de la tierra o de bestias, etc.) para el servicio de Dios. Es notable que mientras este sistema prevaleció la nación hebrea prosperó, colectiva e individualmente, y donde quiera que ha sido aplicada honesta y finalmente jamás ha fallado. Si el granjero se negara a darle a la tierra una cierta cantidad de maíz y papas, de las que ha recibido de esa tierra, no tendríamos cosechas. ¿Por qué, entonces esperamos a recibir la abundancia de parte de Dios, si le damos tan mezquinamente a su santa causa? Aquellos que diezman siempre están seguros de que tienen a Dios por Socio.”
La conexión entre el diezmo y la prosperidad es, después de todo, simplemente una expresión de aquella ley que expresa que aquello que nosotros le hacemos al Universo, el Universo nos hace a nosotros. Lo que damos, generosidad o parsimonia, lo recibiremos de nuevo. Igual atrae igual. Que lo que el hombre siembra, eso recoge, y que ningún hombre escapa a la ley. El levítico dice: “Y todo el diezmo de la tierra, así sea de semilla o del fruto de árboles, pertenecen al Señor. Es Santificado al Señor. (Levítico 27:30).
“Honra al señor con su substancia, y con los primeros frutos de tu abundancia, y tus graneros rebosarán y tus prensas reventarán con vino nuevo”. (Proverbios 3:9, 10).
Después de que Jacob recibió la visión que le dijo que había una escalera mística desde la tierra hasta el cielo (la escalera de la Oración Científica y la actividad justa) decidió de inmediato adoptar la práctica del diezmo realizando que...
“Dios estará conmigo, y me protegerá en mis caminos, me dará el pan y la ropa”.
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